Cómo integrar la cultura del otro sin perder la mía. /Parte 1

Convivir con otras culturas nos permite evolucionar.

Irme a vivir a un país extranjero es de las experiencias con las que más he disfrutado al entrar en la edad adulta. La aventura, la novedad, las experiencias, los descubrimientos, las oportunidades de nuevas relaciones, daban una sensación desconocida de libertad, la que va asociada a los primeros pasos fuera del nido familiar.

En todas mis experiencias, han prevalecido unos elementos importantes a la hora de poderme integrar. Era importante tener un nivel de idioma mínimo para poder comunicarme y así crear un vínculo con otras personas. Día tras día, al vivir mi nuevo cotidiano junto a estas personas, se desarrollaba una relación en la cual me sentía incluida y acogida. Al principio todo es nuevo y es importante estar muy abierta, tomar el tiempo de descubrir los platos típicos, entender porque se hacen las cosas de otra manera, conocer las formas de relacionarse, los valores que son compartidos por la población de este país, vivir de lleno la experiencia para poder formarse una idea y luego adaptarse sin perderse.

Encontrar este equilibrio es esencial para poder vivir a gusto en otro país, sobre todo si la estancia es a largo plazo.

Pensando en mi historia personal y como hemos creado nuestra relación con mi marido, hay varios elementos importantes para conseguirlo.

Primero es importante tener respeto para el otro, y también para sí mismo. Es decir que si algún aspecto de la otra cultura me incómoda, no tengo porque seguirlo, o poner límites. Este aspecto va de la mano con las ganas de compartir: la persona que llega a la vez que hace esfuerzos para integrarse, trae consigo unos rasgos culturales que se pueden integrar en las rutinas, creando así una nueva cultura propia de esta familia.

A la llegada de nuestros hijos, también hemos cambiado nuestros horarios por unos más europeos. El idioma, rasgo prevalente de una cultura, también se invita a nuestra casa y conviven con toda normalidad 3 idiomas a la hora de relacionarnos: el catalán, el castellano, y el francés.

En cuanto a rituales, conviven las creencias de Papa Noël y de los Reyes magos; elaboramos monas de Pascua y también pasan las campanas por el jardín dejando chocolate escondido…

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